martes, 24 de septiembre de 2024

LA NIÑA DE LAS FLORES - PARTE 4

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------ Parte 4 – Consumado -----

-- Escrito por “Gale Kepler” e “Irene Naridza”

Todos los presentes en el salón al aire abierto se reviraron en busca del origen de aquella voz masculina que había hablado. Las miradas no tardaron en encontrar a un hombre que entraba a paso firme con 3 acompañantes.

Aquel hombre usaba una camisa roja que resaltaba con su chamarra negra y un corte bajo. – ¿Quién te amará como yo? Cosita linda, Casándote te llevarás mi vida. – Aquel hombre mantuvo su mirada fija y penetrante en una de las esposas.

– Un momento, santa hermana. No permita este error. Pause esta boda, que le explicaré mis motivos y quién soy yo… -- El hombre cantó dichas frases con una voz firme y manteniendo una buena armonía. – Que ese tonto en el altar me escuche… -- el hombre se frenó en seco al ver dos novias en el mismo altar.

Él y sus tres acompañantes miraron a su alrededor. -- ¿dónde está el novio? – preguntó. Si él estaba confundido, los invitados lo estaban aún más. – Disculpa. ¿te perdiste? – preguntó Mercedes sin salir de su asombro.

– Hola a todos, me llamo Romeo. – Dijo con una voz simpática. – Esto sonará tonto, pero. Esta no es la boda de Serena Cajamarca, ¿verdad? – Los invitados no podían creer lo que estaban escuchando. – No, IDIOTA. – Nadia estaba bastante disgustada.

– Eso es en la Iglesia de Santa Verónica. – Señaló hacia su izquierda a un punto imaginario. El susodicho Romeo se puso rojo de vergüenza. – Mis disculpas, señorita. Me confundí terriblemente. – Bastante apenado comenzó a retirarse del lugar junto a sus compañeros.

– Muchas Felicidades por su boda. – Dijo uno de sus compañeros. – Que sean felices por siempre, chicas – Felicitó Romeo antes de acelerar el paso. – Rápido muchachos, esa iglesia está al noroeste de la ciudad. – Así como vinieron, se fueron velozmente.

Todos los invitados e incluso la otra novia y la mujer que las casaba estaban completamente confundidos. — ¿Qué ha sido todo eso? — preguntó la casamentera. ­– Un cantante despechado. Nada grave. CONTINUEMOS CON LA BODA. – Sin salir de la sorpresa y todavía con algunos invitados rascándose la cabeza por el bizarro acontecimiento, la boda continuó.

La casamentera se aclaró la garganta. – Sí hay alguien aquí presente, que crea que este matrimonio no debe consumarse, que hable ahora o calle para siempre. – Repitió la pregunta que fue respondida con un absoluto silencio. – Bien. Como no hay ninguna objeción. Lurdes, Nadia, yo las declaro. Mujer y Mujer. Pueden besarse. – Estaba hecho, ambas mujeres finalmente estaban casadas. Finalmente, habían logrado lo que por tantos años se habían prometido la una a la otra.

Lurdes tomó de las mejillas a Nadia y la acercó para darle un largo beso que fue aplaudido por todos los presentes. Decenas de destellos inundaron el lugar. Las cámaras aprovecharon aquel momento estelar y lo inmortalizaron.

--¡QUE VIVAN LAS NOVIAS! – Gritó Mercedes, fue seguida por un gran vitoreo. Cecilia intentó moverse con su silla de ruedas, al ver que no podía, Adelaida la ayudó. La condujo cerca de su madre quien se bajó del altar para abrazar a su hija. Nadia hizo lo mismo, dándole un beso en su frente.

Hubo una ronda de abrazos y manos estrechándose con las novias. Eran aquellos que aceptaron venir a la boda y reconocer el amor entre esas dos mujeres. Adelaida pudo notar por la forma en que se dirigían entre ellos, que la mayoría eran compañeros de trabajo.

Llegó el momento de lanzar las flores. Era un ramo con flores blancas y amarillas. Varias mujeres se acomodaron frente al altar, incluso Adelaida. Lurdes se puso de espaldas y sin más espera lanzó el ramo. Las mujeres intentaron atrapar el ramo. Una de ellas saltó y atajó el ramo en el aire y lo sujetó con fuerza.

La que atrapó el ramo matrimonial fue una mujer morena que llevaba un vestido azul oscuro. El resto la felicitaron cálidamente. – Gracias chicas. Lurdes, Nadia, ustedes serán las primeras damas de honor cuando me case. – Prometió. – Gracias, Brittany. Allí estaremos. –

Lo siguiente que siguió fue una larga sesión de fotos. Todos los presentes querían una foto con las novias, incluso Adelaida. Ella esperó a su turno, primero fueron los familiares cercanos, luego sus amigos y de allí los demás invitados. Se tomó un par donde salían ella, las novias y su hija. También se tomó otra donde salía posando junto a Doménica.

– Eres la nueva amiga de Cecilia. ¿verdad? – Lurdes inició una conversación con Adelaida. – Sí, nos conocimos hoy, su hija es muy agradable. – Lurdes sonrió ante tal respuesta. – Nunca te había visto antes. Es un gusto conocerte. – La recién casada extendió su mano a la pequeña.

– Oh, sí, es que, soy la sobrina lejana de mi Tía Mercedes. – recibió el saludo con un pequeño apretón. Hizo la misma cortesía con la otra esposa. – ¿No te incomodamos? – Preguntó Lurdes. – este… No. No en absoluto. – Dijo Adelaida. – Si se aman de verdad, supongo que su unión está bien. – Concluyó.

– Awww Gracias, eres un amor. – Lurdes se sintió conmovida por la aceptación de la pequeña que acababa de conocer, la hacía sentir segura. Le dio un cálido abrazo un tanto largo en forma de agradecimiento. Adelaida se sintió extraña, pero le gustó ese gesto.

Lo que siguió fue un pequeño banquete, igualmente en el exterior del recinto. La pareja y su hija se sentaron en una zona privilegiada de la mesa mientras varios de los invitados ayudaron a servir los alimentos.

Era arroz con estofado de pollo. Vino para los adultos y jugo de naranja para las tres pequeñas. Lurdes hizo que las pequeñas se sentasen todas juntas, una seguida de la otra. Allí conversaron entre ellas entre risas durante dicho almuerzo.

Hablaban bastante sobre la historieta que habían leído tiempo atrás y cómo ansiaban leer el siguiente número.

El resto de adultas también charlaban enérgicamente de varios temas. No solo de lo bien que había salido la boda, también de eventos importantes en sus vidas y como este momento se sumaría a esos bellos recuerdos que atesorarían con cariño.

 

Continuará el jueves 26 de septiembre…

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