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------- Índice de Capítulos
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Capítulo 1: https://irenenaridzastorycaptions.blogspot.com/2024/08/jugando-con-mama-historias-tg.html
> Capítulo 2: https://irenenaridzastorycaptions.blogspot.com/2024/09/un-momento-con-papa-historia-tg.html
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------ Un
momento con Papá -----
-- Escrita por: “Irene Naridza”
“¿Tu hijo se viste de niña?” preguntó el hombre
mayor a su hijo. “Sí. Es toda una
decepción…todavía no puedo creerlo ¿Qué hice mal?” se lamentó el
hombre más joven. Todavía no podía creer que a su hijo varón le gustase usar
ropa de niña.
“Bueno. Y… ¿Qué le dijiste?” preguntó
el padre de aquel hombre. “Lo regañé, por su
puesto. No dejaré que se desvié.” Aseguró
antes de beber un sorbo de cerveza. “Carl debió haberse asustado.” Dijo el
anciano.
“Prefiero a que se asuste a
que viva equivocado.” Dijo el
hijo con voz severa. El anciano se sumió en sus pensamientos mientras veía su
lata de cerveza. No le dio un sorbo, en cambio miró a su hijo. “No creo que
eso que hizo sea merecedor que le hayas gritado.” Dijo El
anciano.
“Hago lo que debo hacer. Lo
educó con mano dura, como siempre debe hacerse.” Espetó el hombre. “¿Robó algo?” preguntó
el anciano. “¿Qué?” dijo confundido el hombre. “Carl. ¿robó
algo?,¿se metió en peleas?,¿estaba haciendo algo ilegal?” preguntó
el anciano.
“No. nada de eso. Pero si lo
hubieras visto, estaba usando uno de los vestidos de su hermana.” Dijo el hombre, casi perdiendo los estribos de
solo recordar a su hijo travestido.
“Entonces… no creo que sea necesaria la mano dura.” Habló
el anciano antes de beber de su lata de cerveza. “Papá.
¿Estás loco? ¿Cómo crees que voy a permitir algo así? ES UN VARÓN.” Exclamó el hombre incrédulo.
“Daniel. La mano dura se usa para corregir a un niño que
está yendo por el camino fácil de la vida. Ese donde robas de los demás, los
hieres y les mientes por beneficio propio. Ese no es camino para nadie.” Dijo el
anciano, sin moverse de su sillón.
“¿Qué insinúas? ¿Que lo deje
vestirse como un afeminado?” preguntó
el hombre, incrédulo y molesto por lo que escuchaba decir a su padre. “No. No seré yo
quien te diga si debes o no hacer eso. Lo que yo te diré, es que hay cosas en
las que realmente preocuparse.” Respondió.
“Cuando yo era joven como tú, 1979” Comenzó
a relatar el anciano. “Se escuchaban cosas en la radio y en los periódicos. Cosas
sobre hombre besándose con hombre y mujeres besándose con mujeres. Fue un gran escándalo,
la gente rompía esas secciones del periódico.”
El anciano hacía señas con sus manos arrugadas por la vejez,
tenía movimientos lentos. “La gente lo llamaba ‘El peor horror que podía existir’
Para ese entonces tú ya habías nacido y eras muy pequeñito. Tu madre siempre
apagaba la radio cuando sabía que alguien iba a hablar de esos temas.” el
anciano se detuvo a pensar por unos segundos.
“Yo en ese entonces estaba casi todo el tiempo en el
ejército. Visitaba a tu madre y a ti a cada que podía y me confundía como dos
hombres besándose podía causar tanto revuelo.” Relató
el anciano. “Papá… eso es antinatural.” Dijo el hombre con un poco de asco.
“Hay otras cosas que también lo son.” Dijo el
anciano. “1980, con todo ese problema de la droga y los carteles provenientes de
América del sur. Nuestro escuadrón era enviado a hacer limpieza una vez se
encontraban sus madrigueras.” La mirada del anciano se perdió en el
aire.
“Papá, no empieces.” Dijo Daniel. Le hubiera gustado que su hija o
alguien joven estuviese presente. Ponía la excusa de que esas no eran historias
para contar con niños presentes, pero en realidad, era a él a quien le
inquietaban demasiado las historias de su padre de cuando estuvo en la armada.
“Los carteles se habían hecho con el control de la zona
tropical del continente.” El anciano continuó de todas formas. “Inteligencia
nos indicaba un punto y nosotros llovíamos en él. Con el tiempo era como cuando
vas a matar hormigas. Destapas su escondite y empiezan a correr por todas
direcciones.” El anciano dio otra pausa.
“Lo peor es cuando hacías una revisión. Cuando el olor a
pólvora seguía siendo tan fuerte que debía ponerte una mascarilla o dejar que
todo eso entrara a tus pulmones.” El anciano señaló a su tórax y luego el tubo que entraba
por su nariz, conectado a una bombona de oxígeno.
“Lo que los carteles hacían en sus madrigueras. No era solo
acumular o fabricar droga. Ellos torturaban y asesinaban a la gente de las
maneras más retorcidas. Mucho se hablaba de que había gente involucrada en ese
mundo. Pero eso era verdad a medias, muchas eran personas que tuvieron la fatal
suerte de toparse con ellos cuando estaban de mal humor. Esa era
gente…enfermiza, gente antinatural.” Dijo el anciano.
“Hubo una mujer. Pamela, no le digas a tu madre, pero ella
fue mi primer amor.” Daniel sonrió y asintió, jurando guardar el
secreto. “Un día me enteré que su familia la buscaba. Lo último que se supo de
Pamela, era que un hombre le había faltado el respeto en la calle, dándole una
nalgada. Ella le grito y lo golpeó con su bolso… él tipo se la llevó en un
auto.”
El hijo del anciano ya se suponía lo peor. “Un año más
tarde, su cuerpo fue encontrado en un lote baldío junto a una granja. Tenía una
pancarta con una frase escrita en español e inglés. La chica de inteligencia
decía que incluso la frase en español tenía una pésima ortografía. Allí decía
‘El Cartel del Solar es de respeto.’” Daniel sintió un nudo en su estómago.
“Lo que le habían hecho a Pamela, es algo indescriptible.
Incluso si luego nos encargamos de esos tipos. Incluso si el Cartel del Solar
fue de las pocas organizaciones criminales en ser totalmente aniquiladas. Esas
imágenes vienen a mí a cada que escucho a gente hablar sobre cómo las cosas de
hoy son peores que en mis tiempos.” Concluyó el anciano.
“Papá, sé que viste cosas en
tu carrera como soldado. Pero no creo que eso haga menos grave lo que pasa con
Carl.” Dijo Daniel. “Claro que no.
Porque desde un principio. Eso no es algo grave.” Respondió
el anciano. “Cuestionable o no, no es algo que sea grave. Carl es tu hijo, como padre,
eres el encargado de guiarlo en su vida.” Dijo el anciano.
El hombre se quedó en silencio por unos segundos, luego
suspiró frustrado. “Padre…la verdad. No creo que
entiendas No lo entiendes de verdad.” Dijo
antes de levantarse. Dio vueltas por la habitación, pensando en su hijo. Luego
se dio cuenta de que su padre se había quedado en silencio por un largo tiempo.
“Papá…PAPÁ… ¿Papi?”
Daniel se levantó sobresaltado en su cama, estaba sudando.
Su esposa se levantó también al verlo tan agitado. “¿Estás
bien, Danny?” preguntó ella. “Mi
padre… soñé con el día en el que falleció.” Dijo Daniel después de
jadear un poco. “Volvimos a tener nuestra última
conversación.” Dijo intentando calmarse.
“¿Qué te dijo?” preguntó Lorena al sentarse en la cama. “Hablábamos… de cosas muy personales.” Dijo
Daniel, no queriendo dar muchos detalles. No le gustaba hablar del gusto de su
hijo por usar ropa de niña. “¿Te habló sobre sus
experiencias como veterano?” preguntó
ella. También había oído las historias de su suegro, le parecían inquietantes.
“No. No precisamente. Me
habló… me dijo que me… que recuerde que soy padre.” Dijo Daniel antes de recostarse de nuevo. “Parece que la charla del Señor Tomas era importante.” dijo Lorena. “Lo
fue, solo qué… no sé cómo hacerlo.” Suspiró
antes de intentar volver a dormir.
“¿Hacer qué?” preguntó su esposa. Daniel volvió a sentarse y le
contó todo lo que había estado pensando últimamente.
DOS DÍAS DESPUÉS.
Lulú estaba con su hermano menor, Carl. Estaban en el ático
jugando como lo hacían usualmente los días miércoles por la tarde. A esa hora
lo más probable era que su padre estuviera ocupado en el trabajo.
“¿Quieres más Té, Iris?” preguntó Lulú mientras se desarrollaba su fiesta
de té. “Sí, muchas gracias.” Respondió
Carl. Con el tiempo. Su madre y hermana se dieron cuenta que el nombre ‘Carl’
sonaba un poco fuera de lugar durante su hora de juegos. Por lo que el nombre
‘Iris’ que propuso su madre tomó su lugar. A Carl le encantaba.
“¿Qué harás mañana, Iris?” preguntó Lulú. Durante sus fiestas de té solían
hablar todas sobre diferentes temas de su día a día, la escuela, el colegio.
Incluso su madre relataba diferentes anécdotas de su trabajo en una fábrica de
cosméticos.
“Mamá me dijo que sería
genial si comenzaba a practicar ballet, pero le dije que no me llamaba la
atención.” Dijo Carl. Usaba su vestido favorito. Uno celeste con
listones alrededor de la falda. Le gustaba ponerselo a la hora de ser ‘Iris’
“Me gustan los atuendos de
ballerina. Pero no me gusta el ballet.” Dijo
él. “Pienso lo mismo.” Comentó Lulú. “Pero no necesitas ser astronauta para usar un atuendo de
astronauta en Halloween, supongo que tampoco necesitas ser ballerina para usar
uno de sus bonitos atuendos.” Agregó la hermana mayor.
“Tienes razón.” Respondió Carl, o más bien, Iris. Iris tomó una
galleta en forma de corazón. Las había horneado junto a Lulú horas antes. Como
su hermana mayor ya estaba por cumplir 16, su madre no tenía problemas en que
usara el horno sin supervisión.
“Pero el problema es que no
tenemos ningún atuendo de ballerina.” Dijo
Iris después de tomar un sorbo de té de canela de la taza de porcelana que
tenía frente a ella. “Hay un estudio de ballet en
la ciudad que los vende. El problema es que el precio es considerable y no creo
que mamá quiera comprármelo solo para lucirlo en casa y no para practicar
ballet.” Concluyó Iris.
“Siempre hay opciones más
económicas, pero igual de favorables.” Dijo
una voz ronca que provenía de la puerta del ático. Lulú e Iris se voltearon
asustadas al reconocer la voz de su padre. Pero la expresión de su rostro
cambió cuando vieron lo que sostenía en uno de sus brazos. Era un traje de
ballet, de la talla de Iris al parecer.
“Tu mamá dijo que te gustaría
probarte uno así, pero que no tenían ninguno.” Dijo mientras se acercaba hacia sus dos hijas.
Para ellas era un poco antinatural su figura en ese lugar, pues nunca antes lo habían
visto allí desde que tenían sus fiestas de té.
“Fue fácil comprarlo en una
tienda de disfraces.” Dijo Daniel
al ponerse de cuclillas para estar a la altura de Iris. “¿Quieres probártelo?” preguntó él mirándola.
Iris no sabía cómo reaccionar. Su padre estaba allí, no solo aceptando su gusto
por la ropa femenina, si no comprándole un atuendo que había querido usar por
un tiempo.
Iris se quedó así por unos segundos. Al final, no respondió
a la pregunta de su padre. Estaba muy ocupada abrazándolo y llorando en su
hombro. Más que cualquier vestido o traje de ballet, el apoyo y comprensión de
su padre en sus gustos era lo que más quería recibir de él y finalmente lo
había conseguido.
FIN
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