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Escrita por: “Irene Naridza”
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Ian siempre tuvo más de un secreto que guardó durante la infancia. El primero era que le gustaban los chicos. Su malhumorado padre no lo hubiera tomado nada bien. Su madre, en un intento de protegerlo le dijo que debería evitar hablar de cualquier cosa relacionada a tener pareja.
Los años pasaron e
Ian conoció a Derek en los últimos años de colegio. Era un chico alto de
cabello castaño al que le gustaba el deporte, pero tenía como pasatiempo la
fotografía.
Al siguiente día en
la preparatoria, fue directamente a hablar con Derek en la cafetería. Entre que
se disculpaba y que la mirada calmada del deportista lo seguía, se sintió raro.
No era una sensación negativa, era una sensación de seguridad.
El final del último
año de preparatoria llegó rápidamente. Una universidad le había cedido una beca
deportiva a Derek. Por su parte, Ian hizo sus mejores esfuerzos para obtener
las mejores calificaciones en tareas, proyectos y exámenes para ser elegible
para una beca en la misma universidad, en la carrera de Ciencias de la Fotografía.
El día que llegaron los resultados de los elegidos para las
becas. Derek se había quedado a dormir en la casa de Ian. La madre fue quien
ayudó a que entrara sigilosamente por la puerta del patio mientras el padre
dormía.
Ian habló sobre como quería dedicarse a ser fotógrafo de
revistas de moda o temas parecidos cuando se graduara. “Si tienes éxito en la Liga Nacional. También serás la
portada de revistas de deporte.” Dijo
para animarlo. “Me gusta esa idea” contestó Derek quien estaba cómodo en el colchón
del suelo.
Ian pensó que darle una cobija extra sería buena idea.
Caminó hasta su armario y sacó una cobija grande color lila. Mientras se le
extendía, un sujetador del mismo color cayó al suelo. “¿Qué es eso?” preguntó
Derek, con una sonrisa curiosa.
“¿Eso?... es…” evitó mirar al deportista mientras guardaba el
sujetador de vuelta en su armario y cerraba la puerta. “A veces… a veces me pagan por tomar fotos para tiendas
de ropa locales… sí, eso hago. Es una buena fuente de dinero.” Tartamudeó.
Derek solo sonrió y asintió. “Si
tú lo dices.” Él sabía que a Ian
le costaba abrirse y expresar sus gustos. No quería forzarlo, quería que
siempre se sintiera cómodo junto a él.
Cuando la carta llegó a primera hora de la mañana, Ian no
pudo contener su felicidad al leer las palabras “Aceptado
en el sistema de Becas” Ambos padres estaban orgullosos de él por su
logro. Derek también lo felicitó cuando volvió a la habitación.
Motivado por el momento, el deportista tuvo el atrevimiento
de darle un beso en la mejilla, disculpándose al segundo siguiente. Ian no pudo
evitar sonrojarse y quedarse quieto. Para cuando volvió a moverse, se paró de
puntitas para alcanzar el rostro de Derek y devolver el gesto.
En el receso del jueves siguiente, Derek notó a Ian más
nervioso de lo normal. Se le quedaba viendo por largos segundos y cuando le
preguntaba que ocurría, el chico delgado decía que no era nada. Mientras
regresaban, cruzaron por el parque como usualmente lo hacían. En ese lado del
país, las hojas de los árboles ya empezaban a caer.
“La Universidad Michael Ken
es la más prestigiosa. No solo de la ciudad, si no del estado. Nuestra
formación será de mucha calidad.” Dijo Derek, caminando despacio. “Ajá.” Respondió
Ian, caminando un poco más deprisa. “Todavía
tengo que cursar una carrera para ser elegible por alguna Liga Nacional. Lo
bueno es que tendré menos tarea.” Comentó.
“Ajá”
Las hojas de los árboles crujían bajo sus pies. Ese y el
viento fueron los únicos sonidos por un par de segundos. “¿Todo Bien, Ian?” el deportista giró la
cabeza para ver a su bajito amigo.
“Ajá” dijo sin dejar de mirar al suelo. “¿Quieres un helado?”
Derek puso en marcha un plan. “El clima
está un poco frío, pero… gracias.” dijo
al asentir. Ambos se dirigieron a una tienda situada en aquel mismo parque.
Derek pidió de vainilla e Ian de chocolate.
Mientras disfrutaban del frío y cremoso postre con ayuda de
paletas pequeñas, el silencio los acompañaba. Ian parecía muy pensativo,
clavando la paleta en el helado un par de veces antes de tomar una porción.
Derek comía de forma más animada, sin apartar la vista de su amigo.
“¿Te gustaría ir al baile de
graduación conmigo?” exclamó
Derek. Ian se detuvo en seco, con la paleta aún en el aire y su boca abierta
para recibirla. Intercambiaron miradas por un segundo. La mirada inexpresiva del
aspirante a fotógrafo hizo que el deportista comenzara a arrepentirse de lo que
había dicho.
“Por supuesto.” Respondió con una sonrisa y se inclinó sobre la
mesa para darle un abrazo, atrayendo la atención de las otras parejas
presentes. Derek removió el largo cabello de Ian que había caído sobre su
rostro, pudo ver como sonreía de oreja a oreja. “Tu
mamá me dijo que era la mejor forma de proponértelo. Tenía razón.”
Después de
terminar el helado, se retiraron del parque tomados de la mano. Ian decía no
poder esperar no solo por el baile y la graduación. Si no por el día que
comenzaran la universidad juntos.
La noche del baile llegó. Derek se puso su mejor traje de
gala y fue a recoger a Ian a su casa. Poco le importaba lo que el padre pudiera
opinar. Estaba dispuesto a que esa noche fuera inolvidable. Para su sorpresa,
este no tenía su usual cara de pocos amigos.
“¿Tienes auto?” preguntó el hombre sentado
en el sillón mientras veía partido de baseball. “No,
señor.” Respondió Derek, sentado en el sofá cercano. “A tu edad yo ya
tenía uno.” Respondió mientras
abría una lata de cerveza para luego ofrecerle una al joven deportista. “Estoy bien. Gracias.”
De repente un sonido de tacones irrumpió en el ambiente.
Derek se reviró para ver a la madre de Ian bajando junto a una chica
desconocida. Llevaba un vestido verde, tacones blancos y su rubio cabello en
rizos. Le tomó un momento distinguir la tímida sonrisa y esos ojos celestes. “¿Ian?, ¿Eres tú?” estaba confundido.
“Milla, soy Milla. Pero sí,
soy yo.” Dijo con esfuerzo. “Perdón por no habértelo dicho… lo que pasa es que, no
sabía cómo…” Jugaba nerviosamente
con sus pulgares donde resaltaba la manicura y el esmalte verde. “A excepción de mamá… eras el único que no me juzgaba, mi
único amigo…” Evitaba mirar a Derek, miraba hacia el suelo o las
paredes.
“Quería decírtelo cuando me ofreciste ser tu pareja para el baile… no quería que te alejaras, pero tampoco quería pasar esta noche tan especial como… como él…” se quedó mirando una foto familiar que reposaba en la estantería de la sala. “Si quieres irte, no me enojaré.” Levantó su mirada hacia el deportista, sus ojos se encontraron. “Eres maravilloso. Mereces a otro hombre que te haga feliz.” hacía un esfuerzo para evitar sollozar.
Derek se levantó y fue directo a abrazarla. “Todo está bien, Milla.” Dijo en medio de su cálido abrazo. Incluso con
los tacones, seguía sin estar a su altura. Miró hacia arriba con sus ojos
brillosos mientras Derek le regalaba una sonrisa.
“No te lo dije, pero, no soy
gay. Soy bisexual.” Milla dejó
escapar un suspiro. “Aunque quisiera, no
encontraría razones para alejarme de ti.”
Se inclinó hacia ella. Milla cerró los ojos y dejó que sus labios se
encontrasen, transmitiendo calor y un hormigueo en el pecho de ambos. Cuando se
separaron, un par de lágrimas rodaban por sus mejillas.
“Oh, miren la hora. ¡Se les
hace tarde!” Dijo la madre, quien
también tenía sus ojos humedecidos. “Llamaré un
taxi.” Dijo Derek mientras alcanzaba su celular. “No será
necesario.” La gruesa voz del hombre mayor en la sala se escuchó con
fuerza.
Sacó del bolsillo de su camisa unas llaves y se las arrojó a
Derek. “Los quiero en casa a las 11:00 PM.” Dijo mientras el joven
miraba el logo de una estrella de tres puntas en el llavero. “Y más
importante. Cuida mi auto… y a mi princesa.” Finalmente dejó de ver el
televisor para mirarlos.
No había resentimiento en su mirada, solo resignación. Milla
se acercó hacia él y le dio un beso en la mejilla, dejando un rastro de su
labial rosa. “Gracias, papá.” Su voz se quebró por las lágrimas. Su aprobación
significaba mucho para ella. El asintió en silencio, todavía necesitaba tiempo.
Derek y Milla subieron al Mercedes de 1985, tenía un
elegante color negro. El motor rugió con majestuosidad al ponerlo en marcha. La
madre de Milla se despidió moviendo la mano desde la puerta de la casa, el
padre miraba desde la ventana.
Las luces de los faros en la carretera alumbraban el interior
del vehículo donde ambos reían. Milla todavía no podía creer que su sueño se
había hecho realidad.
ACTUALIDAD
Habían pasado 10 años desde aquel mágico momento. Derek y
Milla habían cursado la universidad juntos. Formaron parte de los fotógrafos en
su propia graduación universitaria. La institución les había permitido a los de
dicha carrera inmortalizar su logro.
Ya con su título, Derek pudo ser seleccionable por los
equipos de fútbol nacionales. Cuando lo dejaron elegir, sin dudarlo eligió jugar
en su equipo favorito de la infancia; los ‘Red Lions’. Milla entró a trabajar para
distintas revistas de moda. Una de ellas era de ropa deportiva, en la cual
terminó fotografiando a su novio para promocionar las camisetas de su equipo.
Poco después de eso vino su boda. Ni Dereck ni Milla podían
esperar para estar unidos por aquel poderoso vínculo. Fue una boda hermosa
donde asistieron todos sus familiares. La madre de Milla no podía parar de
llorar de alegría y su padre finalmente la aceptaba completamente.
Milla se sentía como la princesa que había encontrado su
final feliz con su príncipe azul y Dereck se sentía como el hombre más
afortunado del mundo.
Milla se abrió página web donde subía todas las fotos que
tomaba. Tenía cientos de seguidores que se quedaban maravillados por la forma
en que había capturado el paisaje en una imagen. A la vez funcionaba como su
portafolio digital que le ayudaba a resaltar y consolidar su nombre en el mundo
de la fotografía.
El equipo de Derek había logrado ganar un segundo campeonato
nacional consecutivo gracias a su intervención. Eso lo convirtió en una de las
figuras deportivas más reconocidas del país. Algunos equipos de futbol
americanos ya le habían hecho un par de jugosas ofertas con mejores beneficios.
Derek las había rechazado.
Estaba feliz brillando en su país. Aunque no ganaba
fortunas, sí obtenía buen dinero. Lo que más le gustaba era poder inspirar a su
propia gente y demostrar que no debían cambiar quienes eran o emigrar para
poder lograr sus sueños. No era rechazar mejorar, era aprovechar la posición
que tenía.
Ahora estaban de vacaciones por Inglaterra, más exactamente
por Liverpool. Milla estaba cautivada por las imágenes de los Jardines de ‘St.
John’ que vio por internet y quería tomar fotografías para ella misma cuando
tuviera la oportunidad.
“Has tomado varias fotos al
lugar.” Dijo Dereck. “Es un lugar maravilloso. Quiero cada detalle.” Respondió Milla. “A
este paso llenarás la memoria sin fotografiar el paisaje más hermoso.” Dijo al rodearla con su brazo. “¿Cuál?” dijo
ella, preparada para apuntar con su cámara.
“Tú.” Respondió Derek, su sonrisa resaltaba sobre su
barba. Milla le dio la cámara mientras se colocaba en un ángulo donde el ‘St
George's Hall’ sobresaldría de forma imponente a sus espaldas.
Derek había mantenido su pasatiempo de fotografía. Milla aún lo asesoraba, esta vez con el avanzado conocimiento que la universidad y la experiencia laboral le habían dado. Fue así como no tuvo problemas en manejar la cámara profesional para inmortalizar otro momento con su esposa.
FIN
----- Si por allí encuentran
alguna falta de ortografía, por favor, háganmelo saber -----
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