-------------------------------------------------------------------
Escrita por: “Irene
Naridza”
IMAGEN IA HECHA POR HOTPOT: https://hotpot.ai/art-generator
-------------------------------------------------------------------
“Kayla, date prisa. Tenemos
que empezar nuestras clases.” Recitó
la voz de mamá desde el pasillo. “Ven a mi
dormitorio. Tengo algo para ti.” Agregó con cierto entusiasmo.
Recuerdo que mamá me hacía realizar ejercicios de
estiramiento desde que tengo memoria. Pensé que era algo de gimnasia. No fue
hasta que vi la grabación de uno de los recitales de mamá cuando me di cuenta
de que me estaba haciendo practicar ballet.
Era un poco vergonzoso, pero poder tener la atención de mamá
y poder pasar tiempo juntos era bastante agradable. Ella remodeló la habitación
que usábamos de bodega para que sea nuestro mini estudio. Todos los sábados
practicamos juntos.
Mamá está completamente apasionada por el ballet desde que
era adolescente. Siempre me contaba a forma de cuento antes de dormir, las
ocasiones en las que había resaltado en los recitales escolares. La sala está
decorada con las fotos de ella luciendo su atuendo de ballet en distintos
concursos de talentos.
Pero no todo fue bonito. Ella confesó que, pese a
intentarlo, jamás logró estar a la altura de sus compañeras que habían nacido
con talento. A veces cuando ve sus fotos se pone a llorar, lamentándose el no
haber entrenado más duro o desde más joven para así poder llegar a ser una
ballerina profesional.
Como en la industria del ballet no hay espacio para chicas
con poco talento, mamá terminó conformándose con ser contadora para poder
sobrevivir. Pese a todos los años que han pasado, no oculta que odia dicha
profesión.
Un día antes de nuestra usual sesión, todo cambió. Ella
sugirió que usara mallas, zapatillas de lona y un leotardo rosado, eran su
viejo atuendo. Me negué avergonzado al principio, pero terminé aceptando ya que
insistió que era el uniforme apropiado.
El último toque fue cuando arregló mi largo cabello en un
moño, alegando que me estorbaría menos así que en una cola de caballo.
Tenía razón en todo. Pese a que el atuendo me quedaba un
poco grande, la tela se sentía áspera y mi cabello se sentía extraño y tensado.
Los estiramientos y pasos fueron más fáciles de practicar en esa forma.
Mientras volvía a mi cuarto para cambiarme a mi ropa de
chico, papá me vio en el pasillo. Me congelé y esperé que me regañara a mí o a
mamá, pero solo me dijo que le alegraba que intentara hacerla feliz.
Mamá le dio un gran abrazo y beso conmovedor el día que él
me trajo un atuendo nuevo de ballet que sí era de mi talla, pero seguía siendo
uno de niña. El atuendo es más cómodo que el otro y debo admitir que me agrada
usarlo, siempre y cuando mamá y papá sean los únicos presentes.
Aún era la misma rutina divertida, solo que con ropa de
niña. O al menos hasta que mamá se puso cada vez más estricta al punto que el
ballet perdió su encanto. Ahora se sienten como una extensión de la escuela;
horarios rígidos, prohibido hablar, prohibido distraerme y el hecho que ya no
podía saltar las clases si quería pasar el sábado haciendo otra cosa.
También insiste en llamarme Kayla, que curiosamente era su
nombre artístico. Papá también dejó de llamarme Kai. Dice que siempre hay que
procurar hacer feliz a la persona a la que más amas, aunque tengas que cambiar
ciertas cosas en ti.
“Hoy vamos a practicar algo
nuevo.” Dijo mamá al verme entrar
al dormitorio. “Te enseñaré a pararte de
puntitas.” Buscó algo en una caja
que tenía en su armario y sacó algo parecido a zapatillas de ballet. “Estos son punteros, son más rígidos que las zapatillas
normales y con una punta plana. Son las que te permitirán mantener el
equilibrio.” Explicó.
Me ayudó a
ponérmelas, no son como las otras que se ajustan con ayuda de un elástico.
Estas tienen que atarse al tobillo con unas cintas de tela que le salen de los
lados. “Ya aprenderás a hacerlo por ti
misma.” Dijo al darle
un último tirón, asegurándolas.
“Con 3 clases podrás hacer
esto.” Mamá se
impulsó y ahora era más alta. parecía como un truco de magia hasta que vi sus
pies completamente verticales. Me agaché un poco para ver más de cerca. Era
como esas muñecas sin articulación donde no puedes decir donde empieza el pie y
donde termina la pierna. Las mallas ayudaban a ese aspecto uniforme.
Intenté
imitarla. Fue un poco doloroso ponerme de puntillas, pero pude sentir las
puntas asentándose en el suelo, como un soporte, solo para caer de bruces al
segundo siguiente. Mamá me atrapó y me ayudó a reincorporarme, todo sin perder
el equilibrio de sus puntas.
“Me gusta tu entusiasmo, pero
hay que ir progresivamente. Vamos al estudio. No hay tiempo que perder.” La
seguí esperando que esta fuera como una de esas clases donde lo hacíamos por
diversión. Pero algo me dice que será una rutina agotadora.
FIN
---------------------------------
----- Si por allí encuentran
alguna falta de ortografía, por favor, háganmelo saber -----
------------------------------------ GRACIAS POR VER ------------------------------------
No hay comentarios.:
Publicar un comentario