----- Imagen Izquierda --------------------------------------
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Alexandra Pereira
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-- Escrito por “Irene Naridza”
Arián estaba solo en su
habitación. Estaba nuevamente solo en casa. Era un joven muy solitario tanto en
la escuela como en su hogar. Pero a él le gustaba esto, pues tenía un íntimo
secreto. A Arián le gustaba vestirse con ropa de niña. Le gustaba como lo
transformaban de un chico aburrido a una extrovertida chica.
Desde muy pequeño sintió esta
fascinación de pasar tiempo como su versión femenina. Pero siempre tuvo miedo
de la reacción que los demás pudiesen tener de él. Al ser hijo único, le fue
difícil conseguir ropa de chica. La mayoría la consiguió de la zona de “objetos
perdidos” de la escuela. A menudo las chicas adineradas olvidaban ciertas
prendas de ropa tiradas en los vestuarios del gimnasio o incluso en las gradas
de la cancha de fútbol.
Al tener dinero, simplemente
se compraban otra prenda igual, por lo que sus pertenencias extraviadas
quedaban almacenadas en cajones. Si pasado un tiempo nadie las reclamaba,
serían donadas a albergues. Arián se escabullía en la hora de salida y metía lo
más lindo que aparecía a sus ojos muy rápidamente y luego se escabullía de
vuelta hacia los pasillos procurando no ser visto por nadie.
Arián no se sentía mal en
tomar solo un par de prendas. Pues aún quedarían decenas que sí llegarían a ser
aprovechadas por las chicas necesitadas del albergue.
Le tomó un par de días lograr
reunir su conjunto favorito. Consistía de un par de pantimedias negras, una
falda blanca con patrón de rombos negros, una camisa negra de un material que
desconocía, pero que le gustaba lo suave que era.
A ese conjunto se le sumaba
unos hermosos tacones rojos de tipo botín, estos le llamaban mucho su atención puesto
que tenía pequeñas piedrecitas blancas que resaltan su estética femenina, lo
que a Arián le fascinaba un montón.
Ahora que tenía la casa para
él solo, decidió ir a su habitación a por su atuendo, listo para transformarse
de Arián a Artemis. Fue directo hacia su habitación y detrás de su armario.
Allí tenía su escondite
secreto. Movió con cuidado su armario. Con entusiasmo se acercó a su escondite
para que su corazón diera un vuelco al notar que este estaba completamente
vacío. La ropa de niña que tanto le tomó conseguir se había ido.
La preocupación lo invadió. Por
más que intentó recordar si la había tomado, no recordaba que hubiese movido la
ropa para lavarla en secreto o para cambiarla a otro sitio. Era seguro que
alguien había tomado la ropa.
A su mente vino la posibilidad
de que sus padres la hubieran encontrado. Esa idea lo hizo asustarse. No sabía
cómo podría ser la reacción de sus padres ante algo así, pero lo que más temía
él, es que fuese de rabia. Sus padres eran bastante tradicionalistas. Arián
sabía que algo así no sería bienvenido en su forma de pensar.
Todavía con los nervios, se
derrumbó en la cama, sus piernas no podían mantenerlo de pie. Se hizo bolita
cubriéndose con sus cobijas y empezó a llorar. Temía que su mayor miedo
estuviese por hacerse realidad y no conocer ninguna manera de evitarlo.
Mientras estaba llorando. De
repente Arián sintió que una mano tocaba suavemente su hombro. Este se quedó
frío, pensando lo peor. Mientras se quitaba las mantas su mente intentó
formular algún tipo de excusa que lo ayudase en esta ocasión.
Sin embargo, cuando pudo ver.
Frente a él no estaban sus padres o ninguna persona conocida. Era una mujer que
flotaba y brillaba con un aura amarilla. Tenía un vestido celeste bastante
precioso, risos dorados adornados con pétalos y una delgada varita que en uno
de sus extremos tenía una resplandeciente y hermosa estrella.
“Hola, Artemis. No estés triste.” Dijo el hada con una voz tranquilizadora. Aun así, la primera reacción
de Arián, fue cubrirse de nuevo con su cobija y gritar asustado. “UN FANTASMA, NO ME COMAS” se podía ver como Arián temblaba por la aparición del mágico ser.
El hada se quedó perpleja ante
la reacción del joven, pero la comprendió. “Oh, disculpa. Me presentaré mejor.” Dijo mientras flotaba un poco más alto. “Me llamo Frayi. Soy el hada madrina.” Se presentó mientras hacía un arco de escarcha usando su varita.
Arián se quitó la cobija
lentamente. “¿eres….
no eres un fantasma?” dijo todavía asustado. “Claro que no, tontita. Soy un ser benévolo.” Eso tranquilizó más a Arián, quien ya más relajado pudo admirar al hada.
“Eres… muy bonita.” Dijo al ver su vestido. “espera
un momento… ¿Me llamaste Artemis?” Recordó que el hada dijo dicho
nombre. “Por supuesto. Eres Artemis, ¿no es
así?” Arián se quedó sin habla, pero por primera vez, decidió abrirse ante
alguien más.
“Bueno, ese es mi nombre, mi nombre de chica…” Confesó, pues se sentía seguro en la presencia de Frayi. “Nadie más lo sabe… ¿Cómo lo supiste?” Miró al
hada con intriga. “En el mundo mágico podemos
saber mucho de nuestros humanos designados.” Esas palabras lo llenaron de
dudas, pero también de curiosidad. Ya no estaba asustado, quería saber más.
Entonces recordó lo que Frayi
dijo cuando se presentó. “Espera…
¿eres mi hada madrina?, ¿eso significa que puedes conceder deseos?” Arián la miró, atento a su respuesta. “En efecto. Puedo concederte cualquier cosa que no
dañe a nadie más o sea un potencial peligro para ti misma.” Fue su rápida respuesta.
Arián ya sabía lo que quería pedirle. “entonces… ya que sabes sobre mi nombre de chica…” todavía dudaba antes de hacer su propuesta, pero quería hacerla. “¿será que puedes…?” El temor al posible prejuicio del hada lo hacía frenar.
“¿Feminizarte? Ya que se trata de algo que en
realidad quieres. POR SUPUESTO.” Frayi se adelantó a la
pregunta del chico. Arián no podía creer la respuesta. Era exactamente lo que
quería. Después de un segundo en el que procesaba la información, saltó sobre
su cama, emocionado. “OH
GRACIAS, FRAYI.” Abrazo al hada.
“Entonces. ¿qué es lo que quieres ser?” Comenzó a indagar. “¿Una ballerina, una princesa o algo más moderno
como una estrella de rock?” Preguntó el hada,
con su varita preparada. Arián se puso a pensar en ello por un momento. “¿Qué tal en algo más modesto?” Propuso. “Algo así como… una chica común.” dijo sonriendo.
El hada supo de inmediato como
proseguiría. Asintió con la cabeza y agitó su varita sobre el muchacho. Un
montón de escarcha plateada cayó sobre él, sentía que le hacía cosquillas y cuando
pudo ver claramente, su deseo estaba cumplido.
No solo él había cambiado,
toda su habitación era ahora diferente. Su cama era de un tamaño similar a la
anterior, pero ahora tenía varios peluches y almohadas en forma de corazón. En
las paredes había varios posters de bandas que en secreto él amaba pero que
nunca se atrevió a confesar su gusto por ellas.
Notó entonces un tocador de
color blanco, sobre este había varios implementos de maquillaje. Sin más
espera, se acercó al tocador para poder verse en su espejo. En este vio
reflejado a una simpática chica de cabello castaño. Sin poder creerlo palpó
rápidamente su cuerpo. “SOY UNA
CHICA” gritó con emoción.
Abrazó nuevamente al
hada. “Es el mejor día de mi vida.” Un par de lágrimas corrían por sus mejillas mientras le agradecía. El
hada se sintió feliz de poder haber hecho a alguien feliz. Pero sabía que debía
dar un par de indicaciones más. “Sí
quieres que esto sea permanente. Tu anterior vida como chico será borrada.” Advirtió.
“¿Bromeas? ¿Por qué QUERRÍA MI ANTERIOR VIDA?” Dijo Arián, quien ahora oficialmente se había convertido en Artemis, la
chica que siempre quiso ser. “Bueno.
Son cosas que debemos decir por protocolo.” Explicó el hada. “Además, muchos se lo piensan dos veces y muchos
otros, deciden no dejar atrás su vida pasada.”
A Artemis le sorprendió el
saber que incluso en el reino mágico de las hadas, estas estuvieran sujetas a
ciertos reglamentos. “Vaya.
Es un buen protocolo, pero en mi caso. Estoy bien así. Quiero ser Artemis por
siempre.” Exclamó con emoción. “Esta tú
decisión y está bien.” Respondió el hada.
Artemis notó entonces algo
importante. Aún llevaba la ropa de chico. “em… ¿por qué sigo con esta ropa de chico?” Preguntó. “Tenía
pensado en que tuvieses un lindo vestido. Pero decidí que tal vez podrías tener
la emoción de elegir por ti misma.” El hada entonces le señaló un
armario. No era muy grande ni muy pequeño. Pero era espacioso.
“Ponte linda, Artemis.” Dijo el hada mientras Artemis se acercaba con ilusión al armario.
MEDIA HORA DESPUÉS.
Una joven daba un paseo
por el parque de su ciudad. La chica castaña lucía un vestido tipo suéter de
color gris. Usaba pantimedias marrones para el frío del otoño que comenzaba a
llegar. Unos botines grises pensados para el camino lleno de hojas de los
árboles y guijarros. Con ella llevaba su bolso que combinaba con su vestido.
La gente que pasaba junto a ella podía ver a una simpática chica que disfrutaba de una tarde de otoño. Todos ellos tenían razón. Solo que faltó el hecho de que veían a la chica más afortunada y feliz de este nuevo mundo.
FIN
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----- Si por allí encuentran alguna falta de ortografía, por favor, háganmelo saber -----
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LINK a versión en inglés:
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--------------- Opinión de la Autora ---------------
·
Esta historia nació por
inspiración de un lector que me mando cierto mensaje. Puede que tal vez no sea
lo que tuvo en mente. Pero espero le guste a él y a todos ustedes. Pues a mí sí
me gusto. 😊
· No pude encontrar la fuente de la imagen que encontré en Pinterest. Pero pude encontrar el Instagram de la modelo. Pero no la imagen exacta pues tiene muchísimas publicaciones. Pero allí les dejo el link, tiene bonitas publicaciones.
------------------------------------ GRACIAS POR VER ------------------------------------
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