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Escrita por: “Irene
Naridza”
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Hola, viejo yo,
te habla la nueva yo. Tengo mucho que decir, creo que finalmente dejaré de
hablar contigo, vieja foto mía. Mis madres pensaron que eso era algo aterrador por
lo que me regalaron un par de peluches nuevos para que charlara con ellos. Por
el momento no tengo amigas reales, pero esto que diré no es algo que compartiría
con ellas. Por los buenos tiempos, charlemos una última vez.
Bien,
recapitulemos. Vine con mis padres a este país en un mes de agosto, buscábamos
una vida mejor… o eso repetían ellos. Daniel y Selena eran mis padres… padres
biológicos, nunca fueron personas muy agradables. Tal vez era porque eran
jóvenes cuando me tuvieron o porque muy probablemente no quisieron tenerme.
Daniel casi nunca
estaba en casa, no porque trabajara mucho como albañil sino porque se la pasaba
en la discoteca gastándose buena parte de lo que ganaba. Selena era mesera y
aunque pasaba más tiempo en casa, lo hacía en el sillón. Veía telenovelas
mientras bebía botellas de alcohol que robaba de su trabajo. Su cuerpo estaba
allí pero su mente no.
Nunca me
prestaron mucha atención y eso fue bueno en cierto punto. Si se hubieran dado
cuenta de que en secreto me ponía la ropa de Selena para jugar a ser una
princesa, creo que me hubieran dado una golpiza o algo peor. La primera vez que
me probé ese labial de mamá que me cautivó, Daniel estaba por allí. Aún
recuerdo el dolor del puñetazo que me dio.
Las cosas en
nuestro país empeoraron, las bandas criminales incrementaron su poder y el
estado mermó el suyo. Así que, como muchas personas, terminamos emigrando. Por primera
vez parecía que mis padres biológicos me ponían atención, teníamos charlas de
todo lo que haríamos una vez estuviéramos del otro lado. Cosas como picnics,
barbacoas, trabajos mejor pagados y paseos por el parque eran algunas cosas de
la lista.
Mientras
cruzábamos México fuimos un grupo muy unido, ya no me gritaban y hasta me
decían cosas como ‘cariño’ o ‘campeón’ Unos guardias al otro lado de la
frontera nos vieron, al verme a mí y que Selena me abrazaba con fuerza, él decidió
hacerse de la vista gorda… o qué sé yo. Como en ese momento no hablaba inglés
más allá de ‘Hello’, ‘gu bai’, ‘wachurneim’, ‘gad mornin’ no entendí nada de lo
que dijeron. Nos llevaron a un edificio con banderas y luego nos dejaron ir.
Ese mismo día
fuimos con un contacto de Daniel que nos rentó una casa de un solo piso en un
suburbio tranquilo. Después me enteré que aquí se les llama ‘bungalow’ Tenía
una cocina increíble – aunque según locales es una normal – dos
dormitorios, una sala y hasta un cuarto más pequeño donde había máquinas de
lavar ropa. No tenía cochera, no era necesario, había una parada de buces muy
cerca donde pasaban todas las líneas.
El vecindario era
igual que en las películas; solo casas a donde quiera que vieras y ninguna
tienda pequeña o local comercial como restaurantes o panaderías cerca. Para
tener algo como eso, tenías que ir a esos centros comerciales gigantes. En
Ecuador si teníamos uno así, estaba en la gran ciudad y tenía todo tipo de
maravillas. Pero lo que sí me sorprendió fueron los supermercados, nunca mejor
dicho ‘super’. Eran el triple de grandes que el supermercado más grande de mi
país.
Lo que sí no
había por ningún lado eran esos mercados a techo abierto con verduras frescas. Una
desventaja si quieres cosas directo de la mata sin demasiados químicos, pero
una ventaja si te desagrada comprar mellocos y perejil de una carpa junto a una
alcantarilla y por cuyo suelo se pasean ratas.
Aquí todo es muy
grande, pero desafortunadamente, los vicios también. Daniel ahora pasaba días
fuera, llegaba ebrio haciendo un gran escándalo tal que atraía las miradas de
todos los vecinos. Selena hacía lo mismo que en Ecuador, pero con botellas más
grandes de nombres más impronunciables y con telenovelas en inglés. Esas
palabras bonitas y buenos tratos se esfumaron. Volvieron a ser los mismos de
siempre. Pero yo también. Seguía aprovechando sus ausencias para usar su nueva
ropa y jugar a ser una princesa, como esta era más colorida, me quedaba aún
mejor.
Al principio la
escuela me resultó extraña, mucho más pequeña que en las películas, luego me
enteré que es por cómo se dividen las instituciones educativas en este país.
Aquí la escuela se divide en tres; ‘Elementary School’, ‘Middle School’ y ‘High
School’. Yo estaba en la primera. En mi anterior país, las escuelas públicas
suelen ser TODO en una misma instalación. Niños como yo terminábamos
interactuando con adolescentes a punto de convertirse en adultos.
Era común que los
más grandes fueran hostiles con los pequeños que de todas formas los veían como
chicos populares y modelos a seguir. Yo me fijaba más en las chicas, preferían
pasar en sus grupos, sentadas en el césped mientras charlaban o dibujaban. Yo
las imitaba, me sentaba en un rincón y dibujaba cosas de niñas como; faldas,
vestidos y corazones.
Como aquí todos
teníamos el mismo rango de edad, definitivamente era menos hostil. Todos
preferían jugar o hablar de caricaturas antes de ser violentos. A mí me veían
como el extranjero – aunque no era el único – pero nunca lo tomé a mal. Era
bastante disfrutable estar en salones con mucho color en las paredes, patios
amplios y baños que no huelen a letrina. Los maestros eran amigables, aunque
matemáticas seguía siendo una pesadilla.
Pensé que el
idioma sería un problema, pero los maestros eran bilingües y muchos otros niños
sabían un poco de español porque era una lengua que se enseñaba en la materia
de lengua extranjera, a mí me enseñaban inglés junto a otros niños extranjeros.
Siempre anotaba en español las instrucciones de las tareas para entender bien
lo que debía hacer. Incluso cree mi propio diccionario bilingüe en un
cuadernillo, mientras iba aprendiendo inglés esto dejó de ser necesario. No me iba
nada mal académicamente hablando.
Siempre me
invitaban a jugar al juego de la mancha, pero me cansaba muy rápido y terminaba
sentándome en una esquina. Para no aburrirme, regresé a mi hábito de dibujar en
mi librillo. Había bravucones, claro, se burlaban de mis dibujos o de mi
pronunciación de inglés. La maestra los regañaba y los castigaba. Así fue como
la mayor parte del tiempo lograba ser invisible a ellos, eran poco insistentes.
Nunca tenía
dinero para el almuerzo, pero ya estaba acostumbrado a no comer a esa hora, no
fue un problema para mí. Para esos bravucones era todo lo contrario. Luego
empezaron a darnos una manzana con un jugo gratis.
En educación
física, la maestra permitía que no me esforzara tanto, pues había veces en las
que caía al suelo del cansancio. El trato era el mismo cuando otro niño estaba
enfermo. Las clases de dibujo eran las mejores, la maestra me enseñó técnicas
para dibujar todo tipo de ropa y la figura humana. La siguiente vez que traté
de dibujar a Cenicienta – mi princesa favorita – fue de los mejores
dibujos de la clase.
Cuando conversaba
con otros niños – o eso intentaba – ellos decían no poder esperar por
estar en la preparatoria, ser populares, conducir autos y hasta prepararse para
seguir la carrera de sus sueños. Todos querían ser astronautas o veterinarios,
yo decía que quería ser dibujante. Ellos me decían que, aunque sonaba aburrido,
podría irme bien.
En casa hacía
tareas domésticas comunes como poner a lavar la ropa o limpiar el desorden que
dejaban mis padres biológicos. Por supuesto, lo hacía con los vestidos de Selena.
A ella le quedaban cortos, pero a mí me quedaban como a una doncella. Es lo que
más me gusta de ellos. Era casi como Cenicienta, mi princesa favorita.
Aquí las
lavadoras son más comunes. Fue un gran alivio ya no tener que pasar horas
lavando a mano en un lavador frío de cemento o peor, en el río. Lo que sí fue
nuevo fue eso llamado secadora, del mismo tamaño que una lavadora, sirve para
secar la ropa con calor. No hay necesidad de ponerla al sol. Así fue como nunca
salí de casa vestido así.
Simplemente cerraba
las cortinas y me ponía a trabajar. Daniel y Selena eran tan escandalosos que
incluso con música puesta podía escuchar cuando volvían, lo que me daba tiempo
a correr hacia mi habitación a cambiarme.
Finalmente me
descubrieron porque olvidé cerrar una de las cortinas, no fueron mis padres biológicos,
eran las vecinas de la izquierda. Bailaba con una escoba hasta que después de
un par de giros me di cuenta de la ventana despejada y a ellas en su patio. Me
miraban con curiosidad en vez de desapruebo. Me puse tan nervioso que tiré la
barra de la cortina al intentar cerrarla, tuve que traer una silla para volver
a colocarla, ellas ya se estaban riendo con cierta ternura. Fueron unos
segundos muy largos. Pensé que se lo contarían a todo el mundo, pero nunca
escuché chisme alguno al respecto, eso me tranquilizó.
Con el tiempo
tuve la idea de comprar mi propia ropa de chica. Los diseños de la ropa de Selena
estaban bien, pero no se comparaban con la ropa enfocada en niñas de mi edad. Además,
siempre quise tener el vestido de la Cenicienta. Con timidez, me ofrecí a hacer
trabajos pequeños por un poco de dinero en el vecindario.
Las vecinas antes
mencionadas fueron las que más trabajos me dieron. Ya sea cortando su césped o
ayudándolas a entregar cajas de ropa a alguna de sus clientas. En ese entonces
eran dueñas de una boutique pequeña con opción de compra en línea; ‘La Boutique
de las Reeves’.
Fui su repartidor
local. Nunca me enviaron muy lejos así que usaba mi bicicleta a la que le atornillé
una cesta en la parte de atrás. Era relajante y una forma de hacer ejercicio,
aunque me cansase demasiado. Lo que más me gustó fue estar de cerca a tanta
ropa de niña muy bonita.
Fue un poco extraño
descubrir que no eran hermanas ni buenas amigas, eran y siguen siendo esposas.
Nunca vi algo así en mi país. No se parecían en nada a las cosas que mis padres
decían. Ellas eran cariñosas, muy amables y atentas. Siempre me daban un buen
dinero por hacer todas sus entregas. Una bonita sorpresa.
En diciembre hubo mucha nieve fuera. Usé un poco del dinero
que había ganado para ir a la sección de ropa del supermercado y comprarme
algunos pares de mallas y ropa interior abrigada. Planeaba decir una mentira
para que no me miraran raro, pero no fue necesario. La cajera estaba más atenta
a una revista que a mí. No vio los productos, solo la pantalla de precio y el
dinero.
Con ellas bajo los pantalones, una sudadera y una chaqueta,
salía a quitar la nieve de la parte frontal de la casa. No pensé que en verdad
hiciese DEMASIADO frío en esa época del año. Un momento lindo fue cuando ayudé
a Daniel a quitar nieve del techo. Nos subimos con escaleras y la tiramos con
palas. Se carcajeaba cuando me tropezaba y hasta me tiraba bolas de nieve. Al
terminar Selena había preparado chocolate caliente. Momentos como esos me daban
esperanza de ser una familia normal, pero duraban poco.
Las Señoras Reeves nos invitaron a su cena de noche vieja.
Enviaron el mensaje conmigo porque nunca podían coincidir con mis padres
biológicos cuando estaban lo suficientemente sobrios o sin resaca. Les dije que
ellos rechazaron la oferta, pero que me daban permiso a mí de ir. Nunca les
dije nada en realidad, era un despropósito. Siempre salían de fiesta el 24 y volvían
a tiempo para salir de nuevo el 31 y volver el 2 de enero.
Cenamos rodajas de pavo ahumado, arroz con almendras y soda
de uva. Allí les conté que no solía celebrar ni mi cumpleaños, ellas
preguntaron si era porque seguía alguna religión. Cuando les conté que era
porque mis padres biológicos les daban igual mi cumpleaños, pero prometían
llevarme a celebrarlo a un bar cuando fuese mayor, se quedaron mirándome extrañadas.
Les pregunté por qué no estaba el resto de su familia en esa
fecha especial, me dijeron que no los querían cerca. Sorprendido les dije que,
aunque un familiar sea desagradable, a la final es familia y es lo que tienes.
Ellas dieron una risita y con cierta delicadeza me explicaron que nadie debía
tolerar maltratos por ser uno mismo, vengan de donde vengan. Asentí de
inmediato, lo sentí como un regaño, aunque en verdad me estaban dando un
consejo muy importante.
Lo siguiente que hicimos fue un intercambio de regalos, yo
les llevé un adorno de mesa, era un cisne. Ellas me regalaron un abrigo largo
de color azul oscuro, lucía más como un vestido cuando se cerraba. Tenía
botones de estrella y tenían la palabra ‘Kitty’ en la espalda. Dijeron que, si
no me parecía un diseño muy varonil, podían cambiarlo. Negué con la cabeza, no
quería ser grosero y ciertamente, me gustaba más ese modelo. Se los agradecí como
mil veces.
Fue mi primera vez usando una prenda de ropa que estaba
diseñada para una niña de mi edad. – ya había usado mallas y prendas
similares, pero no se comparan con eso – El abrigo no solo era cómodo, ver
mi reflejo fue una sensación muy agradable. Era menos tosco que las chamarras
de varón que tenía y aunque se sentía más ligera, era más cálida. Era para
usarse sobre una falda o vestido.
Cuando volví a casa, lo usé junto con las mallas blancas que
hacía poco había comprado. No era solo como me veía, era el cómo me hacía sentir,
era increíble. Lo usé todo el tiempo mientras caminaba por la casa haciendo quehaceres,
al sentarme en la mesita de la sala a dibujar o en las noches mientras me
quedaba dormido en el sofá mientras veía esas películas navideñas super
entretenidas.
Lo metí a lavar y secar para que estuviera listo para el año
nuevo. No se sí me había acostumbrado al frío en esos pocos días, pero salir al
techo del bungalow con dicho atuendo se sentía menos frío que con mis atuendos
de varón. Era oscuro y nadie me vio. Me quedé maravillado viendo los fuegos
artificiales que lanzaban por todos lados. Mientras veía el cielo oscuro
encenderse en escarcha de colores, desee que mis padres biológicos cambiaran y
pudiera tener un hogar de verdad.
Lastimosamente, los siguientes meses fueron más de lo mismo.
Selena y Daniel siguieron siendo groseros y ausentes. Pasar tiempo en la
escuela o trabajando con las vecinas eran los momentos más agradables. Luego
llegó el verano y ambos momentos terminaron. Las señoras Reeves habían mejorado
bastante en su negocio. Ahora tenían un local más grande en un mejor lugar de
la ciudad. Ya que ganaban más dinero, lograron cumplir uno de sus sueños que
era mudarse a una casa más bonita.
Antes de irse, me dieron un regalo, dijeron que era un
adelanto a mi cumpleaños – 12 de Julio – Era una caja con un vestido celeste
de mi talla, unas mallas blancas y unos zapatos blancos traslúcidos. No supe que
decir. Solo se los agradecí en voz baja.
Se me hacía
irreal que un adulto en lugar de gritarme o golpearme por gustarme la ropa de
niña, me terminara regalando un atuendo extremadamente femenino. Coloqué la
caja bajo mi cama y allí se quedó por mucho tiempo. Era algo muy extraño y muy
bonito al mismo tiempo. Algo con lo que soñaba pero que era prohibido.
Las clases habían
comenzado de nuevo cuando finalmente decidí que quería probármelo, Selena comenzó
a pasar más tiempo en casa, demasiado realmente. No había una brecha donde
pudiera usarlo. Decidí que esperaría, quería que la primera vez siendo mi
princesa favorita fuese una ocasión especial.
Un día tropecé en
el juego de la mancha y rasgué mi pantalón. No me importó el rasguño en mi
rodilla, me preocupaba que mis padres biológicos me gritasen. Compré hilo y un
parche de una estrella. Se lo cocí y el agujero se había ido. Fue algo muy
gratificante. Las agujas, la tela y los hilos eran lo que ahora me llamaban la
atención.
Compré un set de
costura y un libro con todo sobre el tema. Al no tener tela, usé un pantalón
para intentar hacer una falda, pero fue un desastre. Al menos logré coserlo
devuelta a su forma original. Aún me quedaba dinero del trabajo de repartidor, el
dilema era si comprar ropa de niña o comprar tela y aprender a crear mi propia
ropa. Decidí que serían ambas.
Nada de eso
sucedió, terminé usando el dinero para comprar comida. No podía pedirles dinero
a mis padres biológicos, Daniel era cada vez más ausente y Selena cada vez
pasaba más tiempo inconsciente por esas botellas. En Ecuador una vez la
desperté para pedirle lo mismo y me dio una bofetada, en otra ocasión apagué el
televisor para no malgastar luz. Ella se despertó y me arrojó una lata a la
cabeza mientras me exigía entre groserías volver a encenderlo, sólo para volver
a dormirse poco después.
Ella tenía buena
puntería al arrojar cosas. Le comenté que podría ser beisbolista pues eso sí es
popular en este país, pero me dijo que cerrara el hocico. Aprendí a no
molestarla cuando estaba en su sofá. Compraba ingredientes y cocinaba cosas sencillas.
Les dejaba su parte. Al principio sí la comían, no sabía cuándo, pero
encontraba las ollas vacías en la mesa de la sala.
Un día, al volver
de la escuela encontré a Daniel saliendo de casa. Era poco común que saliera a
esa hora del trabajo así que lo saludé cálidamente. Él me apartó, me dijo que
tuviera la cena lista y se fue con prisa. En ese momento no lo tomé como algo
grosero, simplemente hice lo que dijo. Pero al día siguiente, noté que la
comida seguía intacta en las ollas, la recalenté para no desperdiciarla. En la
noche volvía a hacer la cena, pero al siguiente día ocurrió lo mismo.
El Halloween de
ese año era en pocos días. En mi anterior país, eso era peligroso. ¿Quién manda
a niños sin supervisión por un barrio de noche para que extraños les dicen
‘caramelos’? lo menos grave que podría pasarte era que te asalten a mano
armada. Por suerte este lugar es más seguro, pero había algo más importante. Es
una noche donde todos podían vestirse como quisieran bajo la excusa de ‘Es un
Disfraz’ era el momento perfecto para ser Cenicienta.
En el
supermercado compré lo que me faltaba; una canasta de calabaza y una peluca
amarilla que escondí bajo la cama. Como no quería chismes que llegaran a oídos
de mis padres biológicos, planee ir a otro vecindario cercano. Incluso trace un
recorrido en un mapa. Tenía todo listo.
Cuando faltaba un
día, el sujeto que nos rentaba la casa llegó a cobrar la renta, eran como 2000
dólares. Mi inglés había mejorado bastante, así que le dije que Daniel no estaba,
pero podría hablar con Selena que estaba en la sala. Yo fui a terminar de hacer
la cena. Escuché que el televisor se apagaba, pero ningún grito. Luego el
sujeto vino conmigo, me tomó del brazo y me sacó al patio delantero donde me
dijo que esperara.
Al rato unos policías llegaron junto a unos médicos. Una mujer amable me dio la noticia, Selena… se había ido... ósea, murió. Nunca me explicaron que le pasó realmente. simplemente decían que fue una especie de accidente relacionado con la bebida. De allí no recuerdo mucho, solo que me llevaron a una especie de orfanato con otros niños tristes.
No pude llevarme nada que me importase de casa, solo una foto familiar que no me importaba, ósea, tú. La caja con el vestido, ropa de niña y mi set de costura se quedaron en ese bungalow, ocultos bajo la cama. Todavía no asimilaba que Selena ya no fuera a despertar. No importaba la borrachera o cuanto tiempo durmiese con resaca, siempre despertaba. Por unos días pensé que despertaría en el amorgue y podría volver a casa, pero los días se convirtieron en semanas y el concepto de muerte comenzó a quedarme claro.
Había una escuela
junto a ese lugar con maestros más fríos. No era un lugar muy bonito o con mucha
privacidad. Todos eran muy distantes. Era el chico solitario en una esquina no
porque me sintiera cómodo allí, nadie quería hablar conmigo. No volví a ver a Daniel,
no me sorprendió que nunca fuese a buscarme a ese lugar donde pasé casi un año
entero.
Lo último que
supe de él fue que lo habían deportado hace dos meses. Eso me dejó confundida,
me dio un poco de pena y al mismo tiempo no. Ósea, siempre temía que me
abandonara si las cosas se ponían feas y a la final, fue lo que hizo. Por otro
lado… el viaje hasta la frontera y el coyote costó mucho dinero. Daniel había
pedido mucho dinero a unos chulqueros, según él para comprar una casa propia.
Pero ni bien lo tuvo nos fuimos del país.
Esa gente es
bastante malvada y en cuanto se enteren que está de nuevo en el país… solo
recordar las noticias sobre lo que los chulqueros le hacían a los que no les
devolvían su dinero me hace tiritar. En fin… creo que ese sería el final para
quien se suponía debía ser mi padre. Definitivamente nunca lo fue. Ahora
tampoco tengo padre.
Bien, antes de
que te confundas. Eso fue hace unos meses, pero lo que contaré ahora fue de
hace años. Te contaba eso primero porque quería cerrar con ese ciclo oscuro de
mi vida antes de ir con los buenos momentos.
Volviendo al
orfanato, en uno de esos días donde iba a dar un paseo al parque sin permiso, me
reencontré con las amigables vecinas. En cuanto les conté cómo vivía en ese
momento, se preocuparon mucho. Sin saberlo, ese fue el momento donde mi
verdadera vida feliz empezó.
Me adoptaron
rápidamente y me llevaron a vivir en su nueva casa junto al bosque. Es bastante
grande, cómoda y está llena de cosas femeninas. Me dieron un dormitorio que ya
estaba adornado para una niña, no cambié nada por supuesto. La ropa fue lo
mismo, ya sabían lo que me gustaba y que no tuviera que esconderlo fue el
paraíso.
Ese primer día,
estrené un vestido de Cenicienta. Me ayudaron a ponérmelo y me dijeron que lucía
como la niña más linda del mundo. Vaya, aún me saltan las lágrimas cuando lo
recuerdo. La falda del vestido, las mallas suaves, los zapatos de tacón bajo,
los halagos de mamá y mami mientras horneábamos galletas y veíamos una maratón
de películas de princesas. Fue hermoso, muy hermoso.
Han pasado dos
años de eso. Ahora me llaman Odette, me gusta mucho. Ya me olvidé de cuál era
mi anterior nombre pues nunca hubo nadie allí para pronunciarlo. Ayudo mucho a
mis madres en su negocio. Tienen un almacén repleto con muestras de las que me
encargo de ordenar y limpiar, lo llamo el ‘Santuario de los Vestidos’ También
soy su modelo estrella para su catálogo en línea, mami es muy buena fotógrafa.
Me han estado
dando unas pastillas todos los días, son vitaminas. Recuerdo que la doctora del
orfanato dijo que tenía desnutrición, nunca lo había notado porque pensé que
simplemente era delgaducho por naturaleza. Mamá y Mami me llevaron con una doctora
de confianza que me terminó recetándolas, dijo que era solo parte de un
tratamiento a largo plazo pues tendrían que incluso realizarme una cirugía
especial para extirpar malformaciones. Me explicaron que es una especie de apéndice.
Eso me asustó, no sabía que era así de grave, pero ahora ese cansancio excesivo
tenía sentido.
Por suerte, no es
nada que todavía no puedan revertir. Aunque sigo siendo delgado y bajito, ya no
me canso tanto al hacer actividades físicas. Mi cabello es más largo, menos quebradizo
y mi voz es más suave y agradable, me gusta tararear con ella. También noté que
comenzaba a darme comezón en el pecho. En la última consulta, la doctora dijo
que todo eso es buena señal de una salud restaurada y que el tratamiento es
efectivo, por lo que la cirugía sería la próxima semana. Ya no me asusta, me
alegra.
En este momento
tengo clases en línea por la computadora y es mucho más cómodo. No he vuelto a
una escuela normal desde el orfanato, mis madres dicen que eso sería algo
contraproducente por el momento, pero que después de recuperarme de la cirugía
podría ir a una escuela presencial si quería. Por su puesto que quiero.
Comprobé el calendario, me recuperaría a tiempo para el primer año de la famosa
‘High School’. No puedo esperar para hacer amigas, unirme a grupos, caminar por
los pasillos entre risas y muchas otras cosas más.
Por el momento, tengo
mucho tiempo para ayudar a mis madres y jugar con ellas en el enorme patio, dar
paseos en bicicleta por el bosque o concentrarme para dibujar vestidos. Algunos
los he llevado a la realidad con ayuda de mamá que sabe sobre costura y me está
enseñando todo lo que sabe. Dice que podría ser una muy buena costurera si me
especializo en ello. Por supuesto, es lo que haré.
Ahora tengo un
hogar real, con dos madres que me aman de verdad y se preocupan mucho por mí. No
podría estar más agradecida de lo que tengo ahora y voy a hacer todo lo posible
para ayudar a mis madres a mantener todo lo que hemos logrado. Será nuestro
hogar dulce hogar por siempre.
EL FIN
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----- Si por allí encuentran alguna falta de ortografía, por favor, háganmelo saber -----
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